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El mayor número de capturas, más de un cuarto de millón, se produce con la llegada de los buques canadienses a las costas de Newfoundland y Península del Labrador en el mes de abril, en la época de cría, pues es esta última clase de piel la más demandada por la industria peletera. Crías de escasos meses, semanas e incluso aquellas con días sin llegar a destetar, supondrán más del noventa por ciento de las piezas cobradas por los cazadores. Desde que el mundo es mundo, en cualquier ámbito de la vida, es siempre la sangre de los más inocentes la que más abundantemente se derrama.
El hakapik esta compuesto de un palo largo y un pequeño pico metálico en su extremo, se usa como herramienta para romper hielo. El bichero está realizado con un palo de mayor longitud que el anterior y rematado con un gancho, sirve para atracar y desatracar embarcaciones. Sin embargo, ambas herramientas en manos de los cazadores, se utilizan para una misma función muy distinta al uso para el que fueron creadas, la parte roma de los palos es la que sirve para golpear los cráneos de los animales, la parte metálica resulta tremendamente útil para pinchar y así poder arrastrar sus cuerpos hasta las proximidades de los navíos, lugar donde serán desollados.
Dentro de su infortunio serán focas afortunadas aquellas que perezcan prontamente por los golpes del garrote, más de un cuarenta por ciento envidiarán su suerte pues, heridas y conscientes, sentirán el frío acero de los cuchillos mientras las despellejan, si para colmo de desgracias son machos, agregarán la agonía de la extirpación de sus órganos sexuales, muy solicitados por el mercado asiático para la elaboración de productos afrodisíacos.
Podríamos pensar que las focas abatidas por los disparos de rifles escaparán a posteriores suplicios, pero andaríamos errados, que de abatir a matar hay un abismo y su piel es demasiado preciada para perforarla en exceso, basta que el animal quede malherido y postrado, del resto de su destino ya estamos en condiciones de predecirlo.
Pero dejemos atrás estos parajes glaciales y carnes laceradas, porque los acontecimientos actuales en la vivienda de nuestras dos almas merecen ahora nuestra atención. Lo que tiene el hombre en la mano es el sobre que ella tomó de la encimera de la cómoda y supondremos bien al determinar que no se trata de un sobre cualquiera, de haberlo sido no habríamos acudido con inusitada prisa, lo que guarda es el presente con el que la mujer le está correspondiendo.
Son sencillamente dos papeles, como dos almas solitarias, para el espectáculo de esta tarde al que nuestra pareja acudirá junta, que no unida. Ella irá del brazo de su marido, que lo de ir cogidos de la mano es más propio de gente joven y matrimonios sin clase, y engalanada con su nuevo abrigo de piel de foca, que la ostentación requiere de la presencia de terceros y son los festejos lugares idóneos para acaparar las miradas y envidias del gentío.
Bajo el sol podemos imaginar sentadas alma y alma, que no almas, acariciadas por un aire que sostiene las notas de un pasodoble interpretado por una torpe banda municipal, trajes de luces sobre la arena, pues para festejo taurino son los papeles que vimos sacar del sobre.
Festival donde confluirán todas las almas de nuestra historia, almas vivas y difuntas, almas arrancadas en pretéritos agónicos para cubrir la fatuidad de otros pellejos más sórdidos, almas destinadas a perecer bajo tormento y almas regocijándose en padecimientos ajenos. Conjunción de dolor, de horror, de sinrazones, de sangre, vacíos, miserias y muerte.
Será esta noche, amparadas en la penumbra de su alcoba, donde nuestras dos almas principiadoras de nuestro relato de San Valentín, apaciguadas su sed de bambolla y crueldad, satisfarán otros apetitos más carnales, que para éstos no hay necesidad de sentimientos más elevados y con el instinto es suficiente.
Hemos quedado con nuestras interrogantes abiertas, e incluso hallaremos avispados lectores que se cuestionen el por qué desechando el uso del amplio abanico de antónimos, hemos preferido la reiteración abusiva de la negación que se encuentra tanto en la primera parte de nuestra narración, como en los pasajes de ésta segunda en que hablábamos de nuestros dos protagonistas. Para esta interrogante les proponemos plantearse que no es lo mismo y es distinto.
De nuestras otras dudas, de los posibles motivos recónditos que impulsaron a hombre y mujer, pues ésta se subió al carro de nuestras cábalas, en la elección de sus presentes, deberemos seguir conjeturando aunque presentimos una misma respuesta, que un abrigo de piel de foca y dos entradas para el festejo taurino, ni son lo mismo ni es distinto.